El Corazón

Oh corazón mío, estoy divinamente orgulloso de ti. ¡Tú no sufres la vergonzosa y descarada enfermedad de la preocupación! ¡Nunca bebes el mortal veneno de la duda!  Nada puede ser más sencillo que tus puros anhelos. Nada puede ser más espontáneo que tus resplandecientes sentimientos. Nada puede ser más colmador que tu amor desinteresado. Nada tiene un acceso más inmediato al Supremo que tu hondísimo llanto.

Oh corazón mío, tu día celestial dentro de un día terrenal es para realizar a Dios. Tu minuto inmortalizador dentro de un minuto fugaz es para encarnar a Dios. Tu segundo revelador dentro de un segundo evanescente es para manifestar a Dios.

Oh corazón mío, los otros miembros de la familia (cuerpo, vital y mente) están temerosos de Dios. ¡Tú, jamás! Su persistente temor sin luz es una persistente parálisis sin vida. Durante el viaje de la vida, los otros hacen su propia elección. Dios hace la elección por ti. Ellos quieren salvar a la humanidad con la oscurísima noche de su ego. Tú deseas servir a la humanidad con el brillantísimo día de tu dedicación. Su victoria es la victoria sobre la humanidad. Tu victoria es la victoria sobre ti mismo.

Oh corazón mío, oh mi corazón, tú eres el barco de mi vida. Tú navegas los mares inexplorados de la ignorancia y alcanzas la ribera dorada del Más Allá.

No estoy solo, oh corazón mío, estoy con tu aspiración que vuela alto. Tú no estás solo. En ti y para ti está el aliento sin reservas de mi vida.

Tuya es la firme Voluntad y la fe inagotable en el Supremo. Cada pétalo del loto radiante que hay en lo profundo de ti, está bañado perpetuamente en los rayos de néctar del Deleite Trascendental.

Oh dulce, más dulce, dulcísimo corazón mío, no sólo eres de Dios. Dios es también tuyo.
 

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MUCHAS VECES TE HE VISTO

Muchas veces Te he visto
En las profundidades más íntimas de mi corazón.
He roto el oscuro sueño
Con mi indomable fortaleza interna.
Tú eres todo mío: este secreto
Amanece una vez y otra vez en mi mente.
Y aun así no sé
Por qué la oscuridad de la fealdad
Habita todavía en mi corazón.


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MI MUNDO ES PARA TUS PIES

Mi mundo es para Tus Pies.
Mi vida es para Tu Sueño.
Oh, Silencio de la Infinitud,
Oh, Inmortalidad del Cielo,
Ven, ven, ven.
Este corazón permanece despierto.


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Pregunta: ¿Por qué le dice a la gente que esté en el corazón y no en la mente?

Sri Chinmoy: Hay muchas razones por las que le digo a la gente que permanezca en el corazón y no en la mente. El corazón sabe cómo identificarse con lo Altísimo, con lo más lejano, con lo más íntimo. En el caso de la mente, no es así; la mente intenta identificarse con un objeto, con una persona, con algo limitado. Pero esta identificación no es pura o completa. Cuando intenta identificarse, la mente mira al objeto con ojos de vacilación y hasta de sospecha. Pero cuando el corazón quiere identificarse con algo o con alguien, lo hace con el sentimiento de amor y unicidad. Cuando el corazón quiere ver algo, lo ve sin reservas. Cuando la mente quiere ver algo, intenta demorar y separar. El corazón simplifica; la mente complica. La mente, inconscientemente, obtiene placer de las cosas que son complicadas y confusas, pero el corazón obtiene alegría de las cosas que son simples.

La mente humana, física, ligada a la tierra se encuentra a nuestra disposición ahora mismo; pero la mente superior, la sobremente, la mente intuitiva, al supermente, no se hallan a nuestra disposición. En nuestra vida cotidiana usamos la mente física ligada a la tierra, la cual está constantemente contradiciéndose a sí misma. Desafortunadamente, rara vez usamos el corazón que es todo amor, todo simpatía, todo solicitud, todo pureza, todo armonía, todo unicidad.

¿Por qué le digo a la gente que preste mayor atención al corazón y menos a la mente? Porque el corazón se expande. El alma representa nuestra iluminación, y es dentro del corazón donde mora el alma. En la vida espiritual nuestro tesoro es el alma. Únicamente con la ayuda del alma podemos hacer el más rápido progreso en la vida interna y podemos contactar con el alma únicamente meditando en nuestro corazón. Todos los senderos conducen a la Meta, pero hay un camino en especial que nos conducirá allí más rápidamente que los otros caminos. Ese camino es el corazón. Es más rápido y más seguro que cualquier otro camino.

Poseemos dos habitaciones: una es conocida como la habitación-corazón, la otra es conocida como la habitación-mente. Ahora mismo, la habitación-mente es oscura, apagada, impura y reacia a abrirse a la luz. Por lo tanto, hemos de quedarnos en la habitación-corazón, la habitación de la luz, tanto como podamos. Cuando sentimos que nuestro ser entero está cargado con la luz interna que allí se encuentra, entonces podemos penetrar en la habitación-mente e iluminarla. Pero si entramos en la habitación-mente, que es todo oscuridad, sin la luz suficiente, seremos atrapados allí y nos volveremos víctimas de las ignorantes, no divinas y recelosas fuerzas de la mente. Esta es la razón por la cual les digo a mis estudiantes que fortalezcan primero su ser interno meditando en el corazón.

La luz del alma está disponible en el corazón. Si nos concentramos en el corazón, antes o después la luz del alma inevitablemente emergerá. En ese momento sabremos que estamos en posesión de la luz interna y podremos usarla según nuestra dulce voluntad. Luego podemos penetrar en la habitación-mente para iluminarla. Pero muy a menudo cometemos el error garrafal de entrar en la habitación-mente tan sólo porque vemos que está toda llena de confusión y oscuridad. Debemos saber si tenemos a nuestra disposición la luz necesaria para iluminar dicha oscuridad. Si no tenemos la luz necesaria, únicamente debemos entrar en la habitación-corazón. Allí podemos meditar y recibir la luz interna del alma hasta que seamos internamente fuertes. Así pues, no debemos entrar en la habitación-mente al inicio mismo de nuestro viaje espiritual; para entrar sin riesgo en esa habitación necesitamos confianza interna, luz interna y seguridad interna que provienen del Supremo.

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Pregunta: ¿Cómo podemos integrar la mente y el corazón?

Sri Chinmoy: Hay dos maneras. Una es que el corazón entre en la mente y la otra es que la mente entre en el corazón. Consideremos al corazón como la madre y a la mente como el niño. O bien el hijo tiene que ir a la madre, que está tranquila, sosegada y llena de amor, o bien la madre tiene que ir al niño, que ahora mismo está inseguro, dudoso e inquieto.

Cuando la madre va al niño, en ese momento el niño —que es la mente— tiene que sentir que la madre —el corazón— ha venido con buenas intenciones: calmar, liberar, satisfacer a la mente de un modo divino. Si la mente dudosa e intranquila siente que el corazón ha venido para molestarla, y que su intranquilidad es algo muy bueno que ella quiere conservar, entonces está perdida. Si el niño está intranquilo, dudoso, receloso, y atesora todas estas cualidades no divinas y siente que son sus mejores cualidades,¿qué puede hacer entonces la pobre madre? El corazón tendrá la buena intención de transformar la duda de la mente en fe, y sus otras cualidades no divinas en cualidades divinas. Pero la mente tiene que estar dispuesta; tiene que sentir que el corazón ha venido con la idea de cambiarla para mejor.

La otra manera es dejar que el niño pase por todo lo negativo y destructivo —el temor, la duda, la sospecha, la envidia, la impureza. Finalmente el niño llega a un punto en que siente que ya es hora de dirigirse a alguien que pueda ofrecerle algo mejor. ¿Quién es ese alguien? La madre, el corazón. La madre está más que deseosa de iluminar a su propio hijo. Si la mente está aspirando, inmediatamente sentirá que el corazón es la madre, la madre real. Y el corazón siempre sentirá que la mente es un niño que necesita instrucción.

Ambas maneras son efectivas. Si la mente está dispuesta a aprender del corazón, el corazón está siempre deseoso de enseñarle. La madre está dispuesta a ayudar al niño, a servir al niño las veinticuatro horas del día. Es el niño quien a veces se vuelve irritado, desobediente u obstinado, quien siente que lo sabe todo y que no tiene nada que aprender de nadie. Pero la mente debe aprender de alguien más. Incluso la madre, el corazón, obtiene conocimiento de alguien más —del alma, que es todo luz. Digamos que el alma es la abuela. La madre aprende de la abuela y el hijo aprende de la madre. El alma le enseña al corazón y el corazón le enseña a la mente. Si podemos ver la relación entre el corazón y la mente como la relación de una madre con su hijo, esa es la mejor manera de integrar a ambos.

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Pregunta: Cuando se refiere al corazón como centro del amor y como lugar donde reside el alma ¿quiere decir el corazón físico o  es tan sólo un término que emplea?

Sri Chinmoy: No me refiero al corazón humano, el corazón físico, que tan sólo es un órgano más, ni al corazón emocional, que es en realidad el vital. Me estoy refiriendo al corazón puro, al corazón espiritual. Algunos Maestros espirituales dicen que el corazón espiritual está en el centro del pecho; algunos dicen que está situado un poco a la derecha; otros dicen que está a la izquierda. Incluso hay un instructor espiritual que dice que el corazón está un poco por encima del centro de las cejas en lo que llamamos tercer ojo. ¿Cómo puede ser que un Maestro espiritual diga esto? Pues porque el tercer ojo iluminado es luz y el corazón iluminado es también todo luz. Pero, conforme a mi propia realización, el corazón espiritual está ubicado en el centro del pecho, en el centro de nuestra existencia.

El corazón es como el comandante en jefe, mientras que el alma es el rey. Cuando el alma viene a la existencia, su primera preocupación es iluminar al corazón, cuando el alma se aleja del cuerpo, automáticamente el comandante en jefe pierde todo su poder. El corazón quiere permanecer con su rey; no quiere ir a buscar otro rey u otro ejército. En el mundo externo nuestros amigos pueden decepcionarnos; pero en el caso del alma y del corazón, su intimidad es de lo más sólido. El físico a veces no escucha al alma. Tal vez la mente y el vital la ignoren; pero el corazón siempre es fiel al alma. El corazón sabe también cómo identificarse con los corazones de los demás. La madre no tiene que demostrar el amor a su hijo diciendo: "Te quiero, te quiero", porque la identificación de la madre con el hijo hace que el hijo se sienta amado. El corazón real no necesita convencer: tiene el poder de la unicidad.

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Pregunta: Muchas veces siento muchas preguntas importantes dentro de mí, pero no puedo conceptualizarlas. ¿Cómo podemos estar lo bastante alertas dentro de nosotros mismos para conocer las preguntas que tenemos?

Sri Chinmoy: Hemos de conocer la fuente de nuestras preguntas; si la fuente de las preguntas es la mente intelectual, sofisticada, o la mente física, esas preguntas no tienen valor final. Incluso si son respondidas muy adecuadamente, las respuestas no te ayudarán en tu vida interna. Cuando se trata de tu corazón, sólo existe una pregunta que puede provenir del corazón, desde las cavidades más íntimas del corazón, y esa pregunta es: “¿Quién soy yo?” Esta es la única pregunta que verdaderamente vale la pena preguntar y que vale la pena responder. Es una pregunta que ha de ser respondida todos los días, en cada segundo de nuestra existencia. Si tienes millones de preguntas acerca de Dios y acerca de ti mismo, podrás obtener las respuestas más adecuadas para todas ellas, si obtienes la respuesta adecuada para esta sola pregunta: “¿Quién soy yo?” Todas las demás preguntas giran alrededor de esta. Cuando conoces la respuesta a esta pregunta, los problemas de tu vida están resueltos. Entras en la liberación, la salvación, la realización del Ser. Te vuelves total y conscientemente uno con Dios el Omnipotente, Dios el Omnisciente y Dios el Todo Perfecto.

No te molestes en buscar preguntas en lo profundo de tu ser. La mayoría de las preguntas son como hormigas e insectos. No nos ayudan de ninguna manera a acercarnos a nuestra Meta; al contrario, se interponen en nuestro camino. Las preguntas iluminadoras, las preguntas que provienen de las profundidades mismas de nuestro corazón, concernientes a nuestro progreso interno y nuestro logro interno, a la auto-realización o la realización de Dios, son muy escasas en número. Además de preguntar “¿Quién soy yo?”, tal vez quieras conocer la respuesta a la pregunta “¿Para qué estoy aquí?”. Y tal vez también tengas varias preguntas específicas acerca de tu propio progreso espiritual que te surgen espontáneamente. Pero la única pregunta realmente importante es: “¿Quién soy yo?”

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El hombre puede estar feliz y a salvo únicamente cuando el corazón sienta más rápido que la mente piense.

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La naturaleza humana cambiará únicamente cuando nuestro corazón necesite a Dios, y no cuando nuestra mente quiera a Dios y nuestro vital demande a Dios.

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¡Oh aspirante! El clamor de tu corazón es un verdadero tesoro. No permitas que el vital oscuro, sin luz, desalentador y dañino se burle de él. El clamor de tu corazón vuela como un águila para alcanzar la meta más alta de tu alma purísima.

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